Mamá adoptiva ≠ Supermamá

Hoy se cumplen tres meses del día en que llegamos a España con Sergio. ¿Qué cómo me siento? Pues, principalmente, abrumada y agobiada. Eso no quiere decir que no sea feliz (creo que nunca en mi vida he sido tan feliz como lo soy ahora) pero tengo la permanente sensación de no tener manos suficientes para atender todo lo que tiene que ver con el pequeño.

Durante los dos años y 10 meses que ha durado nuestro proceso de adopción en Rusia, hemos tenido que demostrar por activa y por pasiva que seríamos buenos padres, que estábamos super-preparados para ello y que no teníamos ninguna duda en lo que respecta a la crianza de un niño. Tantas veces lo he repetido y nos han puesto a prueba que, al final, acabé teniendo interiormente el concepto de ser una especie de “super-mamá”: la persona más preparada y más apta del mundo para ser madre, conocedora de todas y cada una de las necesidades de un niño adoptado (cómo fomentar el vínculo, cómo hablarle de sus orígenes…), concienciada para sobrevivir a las tormentas más duras…

Por fin llegué a casa. Comenzaba esa vida que tanto había deseado y me sentía repleta de energía. Todo era un no parar. Yo, que acostumbraba a comer cualquier cosa, ahora dedicaba horas al día a preparar los más “exquisitos” manjares para mi niño, a elaborar un menú equilibrado, a salir a la compra y, en definitiva, a mantener una casa. A eso se añadía, por supuesto, el sacar al niño al parque y a la piscina, cambiarle, jugar con él, bañarle… En definitiva, levantarse a las 8 y acostarse a las 12 de la noche sin parar ni un instante.

Parecía que las fuerzas no iban a acabarse nunca pero lo hicieron, aunque yo no me di cuenta hasta más tarde. Cada vez tenía menos paciencia con el niño y con mi marido, estaba huraña todo el día, perdía los nervios con facilidad. Hasta que un mediodía rompí a llorar desconsolada simplemente porque el niño no comía el puré. Parecía que el mundo se hundía y, al final, resultó que lo único que necesitaba era un descanso. Una tarde para mí y mi marido, con el niño en casa de mi hermana y las cosas se veían de otro color.

Ahora estoy en el proceso de intentar no presionarme tanto para ser la madre perfecta, la “super-mamá”. He aprendido que, cuando se es madre, también hay que aprender a pedir ayuda. Que salir una tarde sin el niño no es ser una mala madre adoptiva (independientemente de que lleve aquí sólo un mes, tres meses o dos años). Que si tú no estás bien es imposible que el niño/a lo esté. Y que buscar nuestro espacio no es dejar de atender a nuestros hijos sino mejorar la calidad de lo que les damos.

Así que mi humilde consejo es que no volváis con vuestros hijos pensando que estáis preparadas para ser madres 24 horas al día /365 días al año sino con una agenda con los teléfonos de quien pueda ayudaros a seguir siendo también personas además de madres.

1 comentario:

  1. Primero de todo, felicitaros por estos tres meses!!! La verdad es que debe ser abrumador en algunas ocasiones, eh? Pero como dices, todo vale con la felicidad que debes sentir.
    Te dejo el enlace de mi blog, http://elnostrepetitsomni.blogspot.com/

    Besotes

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